En un caluroso día de verano en agosto, me sentí inclinado a inscribirme en un medio maratón y lo hice. No me malinterpretéis, llevaba un tiempo pensando en apuntarme, pero antes de este fatídico día me las arreglé para encontrar muchas excusas para no hacerlo: el calor del verano, mi falta de motivación para entrenar en dicho calor y mi falta de voluntad para repartir la cuota de participación. Sin embargo, me inscribí, recibí mi correo electrónico de confirmación (dije «oh, mierda» en mi cabeza) y luego me senté en mi escritorio por un momento, reflexionando sobre lo que había hecho. Correr siempre había sido un desafío para mí, por lo que esta media maratón sería la mayor prueba de todas.